Slave to the Rhythm es un proyecto en marcha que explora la figura de Michael Jackson como sujeto de rendimiento. Este trabajo de Marc Herrero se centra en el carácter dual de sus progresivas transformaciones corporales. Figura liminal entre niño y adulto, entre blanco y negro, entre masculino y femenino, entre humano y animal, entre vivo y muerto. ¿Era MJ epítome del sometimiento a un mundo neoliberal, globalizado e hipermediatizado? ¿Encarnó la voluntad de dominación del capital al mercantilizar todos los aspectos de su vida? O, contrariamente, ¿fue su progresiva transformación física un mecanismo de defensa frente ese mismo sistema que lo intentaba engullir? ¿Desexualización como rechazo a la hipersexualización?¿Desracialización como rechazo a la etnización? Como deja claro el libro coral editado por Mark Fisher, Jacksonismo, la vida (y muerte) del Rey del Pop deben ser entendidas más allá de las biografías comprometedoras y los tributos facilones. MJ se nos aparece como síntoma (del fin) de una época.
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texto para Slave to the Rhythm de Marc Herrero*
Glutamato Session 1_ del 22 al 30 de mayo de 2021
Tenemos demasiadas fuerzas para nuestras necesidades.
Mover un dedo. Mover un pie.
¿Es esto ya danza?
En algún momento, los humanos descubrimos que poseíamos más vigor, más flexibilidad, más posibilidades articulatorias y musculares de las que nos eran necesarias para sobrellevar la mera existencia. Dimos entonces con gestos tan innecesarios como inevitables… tendones, nervios, sangre, fluidos, órganos y huesos al son de movimientos rítmicos que nos llevaban a una especie de embriaguez. Derroche motriz exasperado manifestación de la energía poética desencadenada. Delirio. Éxtasis.
En su invaluable texto La filosofía de la danza, Paul Valéry nos dice que para él, la danza, más que un arte, es la propia vida trascendiendo su propia finitud. Danza como acto físico, real y concreto. Danza que deviene también metáfora de un particular modo de ser uno con el mundo y en el mundo. La vida entendida como baile. El ser humano como bailarín…
«Mi pie pide a la música, ante todo, los arrebatos que procuran una buena marcha, un paso, un salto, una pirueta», canta Zaratustra. ¿No fue Michael Jackson ese danzarín dionisiaco de pies ligeros del que nos habla Nietzsche?. Bailar, dice, es el devenir activo que permite superar el espíritu de pesadez. Con sus movimientos, MJ parece querer despegar, dejar abajo la tierra, el suelo, el lugar sólido en el que descansa la vida ordinaria. MJ es el danzarín que hiere de muerte al ideal ascético de la renuncia y la negación con sus gestos excesivos, sus movimientos intempestivos y sus coreografías barrocas.
Su célebre paso antigravedad –antigravity lean– era un trampantojo que jugaba a desafiar las leyes de la física. Ningún cuerpo humano puede inclinarse en un ángulo de 45º respecto al suelo sin doblegarse. Pero MJ lo hacía. El moonwalk, como indica su nombre, es un paso no terrestre. En 1993, durante una entrevista televisiva, Oprah le preguntó, «¿Por qué siempre te agarras la entrepierna? Respondió: «Es la música lo que me impulsa a hacerlo. No significa que me muera por agarrarme allí, no lo piensas, simplemente sucede. A veces miro hacia atrás en el metraje y digo, ¿hice eso? Así que, I’m a Slave to the Rhythm (soy un esclavo del ritmo)».