EXPOSICIÓN A CARGO DE GISELA CHILLIDA
04.03.2023 — 28.05.2023
La Panera (Lleida)
Galopa un caballo con la cabeza incendiada. Una vela se derrite a suaves chorretones mientras su pequeña lumbre ilumina con un inestable tintineo. Llamas en las manos como las vestales. Una caja explota airadamente. Pechos ardientes, cabezas ígneas y vaginas flameantes. La insistente fricción enciende una hoguera que estalla y se consume. En el universo de Alba Feito, todo arde.
Este bestiario de trazos sugerentes ejecutados sin titubeo sobre una vasija o sobre una gran lámina de látexxxx rugoso y traslúcido pone en jaque el imaginario lúbrico hegemónico —ya sabemos: patriarcal, heteronormativo, clasista, racista, cisexista, capacitista—. Alegorías de los deseos disidentes, los dibujos y esculturas de Feito se mueven entre lo ritual y lo profano, lo trascendental y lo ordinario, lo íntimo y lo obsceno, para ofrecernos un erotismo multiforme, político y contracultural que sigue la estela de toda una estirpe de artistas-deseantes: las visiones encendidas de las miniaturas de Hildegarda von Bingen; las criaturas fantásticas de líneas obsesivamente repetitivas de Unica Zürn; las dominatrix lascivas y sexualmente activas de Leonor Fini; los coños cerámicos convertidos en plato de Judy Chicago; el inventario vaginal en terracota o látex de Hannah Wilke; los monstruosos y monumentales desnudos de Jenny Saville; el lascivo CV de Tracy Emin en donde detalla las experiencias sexuales más placenteras de su adolescencia, o Las muertes chiquitas de Mireia Sallarès. La exposición, en palabras de la artista, «quiere ser una vuelta al cuerpo, a unos tiempos más lentos —igual que el de la cerámica—, en una tentativa por alejarnos de la sobreestimulación tardocapitalista y del deseo construido por otros que nos permita observar nuestro propio deseo».
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A lo largo de la historia, el deseo ha funcionado como constructo patriarcal que ha negado las posibilidades de un goce múltiple y diverso. Las imágenes del deseo femenino se han entendido como algo diabólico y temible. Sexo siempre culpable y censurado. T-A-B-Ú. Nos hemos sentido cohibid_s, juzgad_s, humillad_s, en peligro. De aquí la escasez de cuerpas deseantes en la cultura mainstream, y aún más especialmente si estas cuerpas no son deseadas ni deseables. Las indeseables —por fe_s, por gord_s, por viej_s— no podemos desear y las que deseamos nos convertimos rápidamente en indeseables —por zorr_s, por facilon_s, por usad_s—. Por eso, las demonias de cola ardiente, las lobas y las sensuales sierpes de Feito transforman imágenes tradicionalmente asociadas a lo pecaminoso y moralmente reprochable en símbolos empoderados del deseo disidente. El uso del látex, material ligado a prácticas BDSM y kink,responde también a un interés por todo aquello que escapa a lo normativo. «¡Seamos pecadoras, pérfidas y viciosas! ¡Deseemos sin complejo ni culpa!», parecen gritarnos sus dibujos encarnados sobre pieles, cerámica, tejidos o papel. Porque para Feito, desear responde a un posicionamiento político que atraviesa inevitablemente cuestiones relacionadas con la sexualidad, el cuerpo y el poder.
Entonces, ¿de qué modo podemos situarnos en el mundo siendo un cuerpo xxxx deseante? ¿Cómo podemos conocer, cultivar y comunicar nuestros deseos? Demasiadas veces se nos sigue presentando como vulnerables, inocentes, frígid_s y medros_s, perpetuando nuestro estatus de víctimas y de sujeto pasivo que solamente puede aceptar o rechazar el encuentro sexual. Frente al feminismo punitivista alimentado por los mass media,Alba Feito aboga por unpleasure activism que pone en el centro el placer y el disfrute de las cuerpas deseantes. «Hay corrientes dentro de los feminismos —advierte la artista— donde el deseo y la sexualidad no son algo negativo per se; creo que el problema fue pensar que solo teníamos validez si nos descorporizabamos. Hemos considerado el cuerpo como algo débil, oscuro, impredecible, animal, de pasiones bajas; en contra, la mente, tradicionalmente ligada a lo masculino, se ha considerado racional, ordenada, comprensible.»
En este sentido, tal y como defiende Luciana Peker, activista argentina precursora del feminismo del goce, en Putita golosa. Por un feminismo del goce: «La revolución [feminista] es una revolución del deseo. Se opone al abuso, al acoso y a la violencia. Y está a favor de un deseo en donde las mujeres, las jóvenes, las lesbianas, trans, travas y otras identidades tengan voz, palabra, poder y piel». Esto es, poner el foco solamente en la opresión sexual y las violencias machistas no deja de ser otro modo de perpetuar el control y el disciplinamiento patriarcal. Por eso mismo, los debates centrados en el terror sexual —los embarazos no deseados, las ITS y ETS, la explotación, el acoso callejero o las agresiones sexuales y violaciones— no pueden opacar los discursos en torno al placer y la libertad sexual —la (auto)exploración, la experimentación, la fantasía, la sensualidad, el entusiasmo, la incertidumbre—. No hay posibilidad de agencia en un mundo donde parece que necesitamos ser permanentemente protegidas.
Ante el terror y la amenaza constantes, reivindicamos imaginarios incendiarios para cuerpas calientes. Necesitamos urgentemente un feminismo lúdico, erótico, promiscuo, excitante y gozoso como el que irradian los dibujos de Feito; un feminismo que se apropie de nuestros cuerpos y ponga en práctica nuestros deseos más transgresores, subversivos, destructores, diabólicos y desafiantes.Solamente a través de unas prácticas sexuales disidentes lograremos aprender otras formas de desear y ser deseadas. Es en lo kink y en lo queer, señala Feito, donde «el deseo se expande más allá de la genitalidad, desde la carnalidad; hay una explosión de riqueza que hace posible entender el deseo como algo flexible y adaptable».
Deseo convertido en una línea que no acaba, devenir constante y potencia inagotable que se tambalea entre el placer más intenso y el peligro más funesto; deseo que abre caminos para entendernos, amarnos y gozarnos; deseo que nos mantiene viv_s. Mantenlo prendido.
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