Muestra colectiva presentada en Àcid Sulfúric (c/Ricart 23 de Barcelona) del 3 de febrero al 10 de abril de 2018 que explora la Eurozona como paradigma de una Europa difusa, fantasmagórica y jerarquizada donde los VIPS dominan a los PIGS
€uropolis. PIGS can’t fly parte de un gesto tan cotidiano y automatizado como el pago en efectivo para indagar en el complejo juego de relaciones geopolíticas que se esconde tras él.
¿Cuánta ideología hay detrás de un euro? Casi a diario abrimos nuestras carteras o hurgamos en nuestros bolsillos para desembolsar trozos de papel y metal a los que apenas prestamos atención. Con él podría comprar una porción de tarta Sacher en Viena, un croissant en Toulouse o una ensaïmada en Mallorca. También una estampa de San Pancracio en el Vaticano y una radio en Andorra. O una Coca-Cola en Mayotte, una isla en el océano Índico y una hamburguesa en San Pedro y Miquelón, pequeño archipiélago en la costa este de Canadá.
Coja una moneda de dos euros. ¿Qué ve? ¿El rey de España? ¿Un águila, símbolo tradicional de la soberanía alemana? ¿El retrato de Dante Alighieri realizado por Rafael? Saque ahora un billete. ¿Qué aparece? Un puente y una ventana. Mientras las monedas cargan con toda la retórica nacional, los billetes muestran arquitecturas ficticias que simbolizan la unidad de Europa.
Work-in-progress perpetuo lleno de fisuras culturales, territoriales, políticas, históricas y económicas, los países y microestados que usan el euro dibujan un mapa de fronteras huidizas que se multiplican y se desplazan sin cesar. La Eurozona aparece entonces como geografía sincopada que se superpone a otras alianzas estratégicas: Unión Europea, Espacio de Schengen, Euroesfera…
Las obras de Álvaro Carmona (Utrera, 1980), Juan David Galindo (Bogotá, 1992), Miquel Garcia (Barcelona, 1975), Estela Ortiz (Barcelona, 1988), Eduardo Ruiz (Barcelona, 1990) nos aproximan de forma a veces lúdica e irónica, otras crítica y perversa a una (im)posible historia del euro: su nacimiento, su crisis, su colapso?
Empelto entre una peseta de 1953 con el rostro del dictador Francisco Franco, otra de 1975 con la efígie del rey emérito y una moneda de dos euros acuñada en los Países Bajos, Castillo y león -como se conocía antaño el juego de azar «cara o cruz»- propone un preciso ejercicio de cirugía numismática que pone en evidencia que la estética de las divisas nunca es aséptica. Verdadera moneda única, Miquel Garcia convierte este híbrido monetario en joya.
En Proyecto europeo Estela Ortiz confronta los vídeos instructivos donde se detallaban los cuatro criterios necesarios para poder formar parte de la Eurozona a la euforia eurovisiva vivida en España en 2002 con Europe’s Living a Celebration para señalar la inconexión entre instituciones y ciudadanos.
La introducción del euro quiso construir un territorio fuerte y homogéneo pero la crisis financiera global expuso su mayor debilidad: la incapacidad de neutralizar economías asimétricas. La moneda única había sustituído a divisas nacionales con tasas de cambio desniveladas. Estela Ortiz nos recuerda con sus pinturas calendario Conversor 2001 que un euro equivalía a 166,38 pesetas. Pero un euro también era igual a 1,95 marcos alemanes y a 1.936,27 liras italianas.
Papeles, los billetes de dólar defectuosos de Álvaro Carmona son la imagen de ese sistema que se vino abajo y que en su desplome arrastró a la Eurozona. La quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers provocó un efecto dominó que puso en peligro la estabilidad económica mundial. Los países europeos con economías más débiles fueron cayendo uno a uno: Grecia, Italia, Portugal y España. El Financial Times los bautizó como PIGS (cerdo en inglés): «Hace ocho años, los cerdos llegaron realmente a volar. Sus economías se dispararon después de unirse a la eurozona. (…) Ahora los cerdos están cayendo de nuevo a tierra», escribió sin pudor el rotativo hace casi una década.
Miquel Garcia ordena alfabéticamente el contenido de las constituciones de los «cerdos» (PIGS) -Portugal/Italy/Grece/Spain- para poner en evidencia la hermenéutica de la jerga legislativa y su difícil conciliación con el lenguaje cotidiano a la vez que muestra el imposible entendimiento entre las leyes nacionales y los órganos gubernamentales supranacionales.
En la Eurozona el sur aún pesa. En el mundo también. Mapamundi de Eduardo Ruiz presenta una cartografía monocroma que alerta de los desequilibrios de un ecosistema neocolonial donde los procesos de dependencia económica y hegemonía cultural siguen vigentes. Porqué, ¿Quién está arriba y quién abajo? Y ¿Quién entra? ¿Quién sale? Europa confrontada a su reto migratorio desvela el miedo de aquellos que temen perder sus privilegios. En Passepartout, Eduardo Ruiz atrapa los animales estampados en las páginas interiores de un pasaporte español -todos pertenecientes a especies migratorias en hipócrita alusión a la inexistencia de fronteras- con trozos de alambre arrancados de una valla de seguridad fronteriza.
Las reglas del juego están ya escritas. Pero podemos subvertirlas. En Monopoly, Álvaro Carmona se apropia del popular juego de mesa en el que gana quien acumula más propiedades para señalar de forma lúdica la arbitrariedad de las normas que rigen el sistema capitalista.
Paradoja que convierte el dinero mismo en objeto de consumo, Álvaro Carmona presenta en Dinero/Money una instalación de billetes vírgenes convertidos en producto. Bajo su apariencia industrial se esconde un tedioso trabajo manual imperceptible a primera vista. En la serie 100 euros, Eduardo Ruiz ofrece una reflexión acerca de la inflación. Veinte billetes de 5€ que parecen uno, juego de apariencias entre el truco y la picaresca que multiplica su valor inicial.
Porqué, cuál es el precio del dinero se pregunta Juan David Galindo en una video-performance de efecto exorcizante que reflexiona acerca del poder alienante de unas estrategias mercantiles deshumanizadas: devaluación, inflación, deflación… «La ganancia es la hermana de la pérdida» escribe Tolstói en Cuánta tierra necesita un hombre.
ARTISTAS
Álvaro Carmona (Utrera, 1980)
Artista visual, músico y guionista de televisión en programas como «Agitación + IVA» (Telecinco) o «Buenas noches y Buenafuente» (La Sexta). Sus trabajos, herederos del lenguaje brossiano, subvierten sutilmente la funcionalidad de los objetos cotidianos con juegos y paradojas visuales que buscan divertir y provocar al espectador a través del sarcasmo y los dobles sentidos.
Juan David Galindo (Bogotá, 1992)
Performer, videoartista e investigador. En sus performances se sumerge en situaciones y pruebas que le permitan corporalizar sus investigaciones, en su mayoría articuladas alrededor del concepto de violencia simbólica teorizado por Pierre Bourdieu. Sus proyectos artísticos surgen de la necesidad de explorar creencias, dinámicas, costumbres e ideas que cuestionen el statu quo. Actualmente es artista residente en La Escocesa.
Miquel Garcia (Barcelona, 1975)
El trabajo interdisciplinar de Miquel García indaga en la noción de espacio y territorio, el análisis de las estructuras económicas y las teorías contemporáneas sobre historia e identidad colectiva. Sus propuestas están vinculadas de una forma o otra a la formación socio-política del mundo actual, a los comportamientos humanos, las migraciones, las exclusiones, los abusos de poder y la generación de estrategias de supervivencia.
Estela Ortiz (Barcelona, 1988)
Sus pinturas se apropian de un imaginario popular «americanizado» -chicles boomer magnificados, estanterías de supermercados, princesitas Disney- para ofrecer una visión paródica que se aleja de la celebración pop. Con altas dosis de mala leche y buen humor se mofa de cuando nuestras actitudes tienden tanto al cliché que resultan patéticas. El mejor ejemplo: Filósofos del Tinder (Facebook e Instagram), exitosa plataforma que enchegó hace más de un año.
Eduardo Ruiz (Barcelona, 1990)
Buscando establecer un puente entre el espacio y las políticas que condicionan el comportamiento social, investiga las relaciones entre el territorio y las formas que lo definen. Los trabajos de Eduardo Ruiz se caracterizan por el uso de materiales considerados banales, a los que libera de su significado convencional para conseguir que aquello que estaba predestinado a un uso específico sea considerado una obra autónoma.
En la imagen, cartel de la muestra diseñado por Gisela Chillida.